“Mi confrontación con la docencia”.
El presente escrito es una narración que se realizó como parte de las actividades del primer modulo, de la Especialidad en Competencias Docentes impartido por la UPN. Donde hacemos una reflexión sobre nuestra práctica docente.
Estudié la licenciatura en Historia, egrese de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, empecé mi actividad laboral en el Archivo General de Notarias como Paleógrafo, trabaje con documentación sobre la época colonial, pero no pude continuar en el campo de la investigación. Al terminar en el año de 1982, un sexenio en crisis, los proyectos de este tipo se cancelaron. Por otra parte, las pocas plazas de investigación que hay en este país, están en un círculo cerrado, así quedo fuera este proyecto de laboral, que fue con el que soñé al terminar mi carrera. Después tuve que buscar trabajo en la docencia, y aunque, la carrera de Historia, también permite la actividad docente, en realidad a lo largo de ella sólo llevamos un curso semestral de didáctica de la historia, en donde sólo nos dedicamos a observar y analizar la forma en que se impartía historia a través de los medios de masivos de comunicación y no se nos preparó para estar frente a grupo.
Sin ninguna capacitación en el área psicopedagógica, me inicié en la docencia por primera vez en la Preparatoria del Instituto “Don Bosco”, principiando mi labor por imitación y repetición y sin comprender al principio, lo que significa el proceso de enseñanza aprendizaje.
En esta etapa más bien me dediqué a impartir clase, preparaba el tema como había aprendido en la carrera, haciendo una exhaustiva investigación de éste, que me diera seguridad su dominio, incluyendo en él muchos términos domingueros, tecnicismos y conceptos; al grado que aburría a mis alumnos y no lograba mantener la atención y en consecuencia la disciplina era un problema, lo peor de todo fueron los resultados que obtenía en los exámenes, un alto índice de reprobación, ya que además les hacía preguntas abiertas por tema, sin considerar que eran estudiantes de bachillerato, no capacitados para ello. Así al registrar mis calificaciones, mi superior, que era un religioso, me pidió explicaciones y me comentó que los jóvenes se quejaban de no comprender mi clase, que tenía un lenguaje muy complicado, por lo que debía buscar otros métodos de enseñanza más accesibles a los chicos. Esta situación me puso a pensar que si elaboraba un resumen bien detallado por cada una de las culturas que veíamos en la materia de Historia de la Cultura, con lenguaje sencillo, incluyendo en él un cuestionario que permitiera al alumno rescatar los aspectos más importantes del tema, como: ¿Qué sucedió?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿para qué sucedió?, ¿cuáles fueron sus aportaciones técnicas y científicas de la cultura que impartía?, y lo mecanografiaba, el alumno aprendería algo de lo que yo deseaba que conociera y el programa de estudio me demandaba. A la par con esta estrategia de enseñanza, trataba que los exámenes fueran acorde con la forma de trabajar. En la clase pedía que sacaran copias del material que había elaborado y que se pusieran a leer, subrayar y resolver el cuestionario, una vez hecho esto, revisaba con ellos las respuestas, de paso les tomaba la participación, al mismo tiempo me servía porque después de cada pregunta yo corregía respuestas y ampliaba el tema, y como en esta parte, hacía gala de mis conocimientos, porque me aplicaba mucho la investigación, me gané el mote de “La miss cultura”. Por otra parte, mejoraron tres cosas en mi clase: la atención, la disciplina y las calificaciones. Y digo aquí mi clase porque sólo estaba cargada de conocimientos, no tomaba en consideración lo que hoy hacemos; que el alumno conozca, sea capaz de saber hacer, saber ser y saber convivir, por ello también digo calificaciones, porque sólo consideraba el resultado del examen y las participaciones de clase. Hoy percibo que trabaje sobre el conocer y algo en el saber hacer, pero deje de lado lo demás por ignorancia.
Más adelante cambié de trabajo y entré a otra preparatoria particular pero incorporada a la UNAM y en el modelo CCH. Aquí me quedé varios años y me sentí más a gusto, porque me hizo recordar que el nivel de bachillerato yo había hecho en el CCH Oriente de la UNAM. Allí la enseñanza era diferente a la tradicional, le llamaban enseñanza activa, porque los alumnos teníamos que investigar, participar en la clase aportando conocimientos, exponer clase y elaborar algunos trabajos como ensayos, cuestionarios, maquetas, análisis de artículos o algún libro. Así que, ni tarda, ni perezosa, para poder desarrollarme mejor en este nuevo trabajo, me dirigí a ver a una de mis antiguas maestras, de ese nivel, a quien yo consideraba una experta en la materia de taller de lectura e impartiendo clases y le pedí orientación; ella muy amablemente me enseñó a elaborar lo que sería mi primera planeación tomando en cuenta el tema, el objetivo general, el objetivo particular, la meta, los recursos didácticos, los recursos materiales y la forma de evaluación, en este último aspecto, me hizo énfasis en la importancia de tomar en cuenta varios elementos que deberían estar relacionados con ella, como la meta, los recursos didácticos y materiales, así ya empecé a evaluar no sólo conocimientos, sino procesos y actitudes. Noté que mi clase mejoraba en mucho, yo me sentía bien y ya no añoraba regresar a la investigación, además a los dos años de trabajar allí me ascendieron a coordinadora escolar, pasaba todo el turno dentro de la escuela, lo que me permitió socializar más con mis alumnos, conocer sus problemas de vida, intentar ayudarlos o por lo menos escucharlos, y sentirme satisfecha y contenta con la docencia. Sólo que al casarme renuncié y me desconecté totalmente de la actividad y la profesión. Para regresar a esta actividad en 1996 en la Escuela Preparatoria anexa a la Normal de Tecámac, hoy Escuela Preparatoria Oficial # 216. Este largo tiempo de aislamiento de la docencia me rezagó porque cambiaron paradigmas de enseñanza y volver a empezar me ha costado trabajo, aunque aproveché la experiencia adquirida y surgieron otros problemas a que me enfrenté en esta última institución, la incomprensión por parte de orientadores y directivos a mi labor, aquí quise trabajar como lo había hecho en mi experiencia anterior y se me juzgó de floja, que no quería preparar mi clase, así que tuve que regresar a la enseñanza tradicional, y desde el paradigma de ser enseñante volver a caminar hasta ir regresando al de ensañar a aprender, que es hoy lo que estamos intentando nuevamente. También enfrente el hacer dos horas o más de viaje para llegar a mi trabajo y otras tantas para regresar a mi hogar, esto me dio poco tiempo para socializar con los compañeros docentes y con los alumnos, así que trabajaba aislada en los primeros ocho años. Hoy estoy recuperando esos espacios, sólo que mi mayor problema que enfrento en este momento es mi condición de salud, padezco otoesclerosis auditiva, y esto me genera problemas en la clase, cuando solicito a mis alumnos que me hablen fuerte o que me repitan la pregunta hecha, pues algunos de ellos se molestan y otros se sienten incomprendidos, a pesar de que al inicio de mis cursos doy a conocer esta condición.
Sin embargo, me doy cuenta de que vuelvo a disfrutar en algunos momentos con mi actividad, cuando a pesar de las críticas e implementado otras estrategias de aprendizaje como llevarlos a leer un tema con diferentes enfoques y pedirles que elaboren una historieta o un periódico histórico, que hace unos 5 años lo hacían a mano o en máquina de escribir y hoy les pido que se apoyen con la computadora y el Internet y muchos de estos trabajos resultan muy ingeniosos y en algunas ocasiones mi trabajo a servido para que algunos de los jóvenes con que he trabajado, hayan decidido como proyecto de vida optar por estudiar la licenciatura en historia o la docencia en esta materia. A pesar de todo esto sé que me falta mucho por crecer, como aprender a evaluar adecuadamente y sin saturar a los alumnos de trabajo y en consecuencia yo también me vea sobrecargada de ello, aprender a manejar las TIC´s como foros, blogs, que me permitan aplicar otras estrategias de enseñanza aprendizaje, más acorde con la realidad actual de nuestros jóvenes. A partir del inicio en la especialidad en competencia he ido entrando en un proceso de introspección de mi trabajo y la forma de desarrollarme en él, esto me ha permitido identificar mis fortalezas y debilidades para ir proyectando un cambio que permita mejorar mi labor acorde con los requerimientos de la RIEMS y con la sociedad de la información.
Por otra parte, al leer el escrito de José, M. Esteve, “La aventura de ser maestro”, sentí que la narración tocaba aspectos muy importantes de mi experiencia de vida como docente y que me había enfrentado a los mismos problemas que muchos docentes, ya fuera de carrera o improvisados como yo; que comparto con mis compañeros de especialidad varias preocupaciones como: conocer el contexto socio- económico de nuestros alumnos y su antropología cultural, para identificar causas de deserción, adiciones, embarazos no deseados, que nos permitan apoyarlos; planear nuestros cursos en forma efectiva y afectiva, que nos facilite desarrollar sus competencias para la vida en nuestros estudiantes desde los cuatro pilares de la educación.
También he enfrentado el aprender a trabajar en equipo y saber compartir las experiencias docentes, así como nuestras incapacidades, sin sentirnos culpables, pero eso sí asumiendo compromiso para buscar espacios de preparación profesional especialmente en el área psico-pedagógica.
Llamó mi atención en forma muy especial un comentario de Esteve, en su obra: lo que importa de ser docente es ayudar a nuestros estudiantes a comprenderse a sí mismos y el mundo que los rodea, rescatando de las lecciones el valor de lo humano, en este aspecto que el alumno no se llene de datos y conocimientos que no tengan sentido, sino ayudarlos a comprender que tienen que ver con su existencia y la época que le tocó vivir, como los puede aplicar para modificar el contexto social en el vive y aportar ideas para resolver problemas actuales como adicciones, delincuencia, contaminación, violencia, equidad de género, Bullying, etc.
Finalmente, considero que el haber podido acceder a la Especialidad en Competencias Docentes para la Educación Media Superior, es una suerte porque me va a ayudar a actualizarme en esos aspectos donde todavía me falta crecer como docente, para poder responder a satisfactoriamente a los requerimientos de la educación en el siglo XXI, que permitan que podamos habilitar las ocho competencias educativas del estudiante, haciendo de él un ser autónomo, crítico, reflexivo, que sabe trabajar en equipos colaborativos y comprometido con la época que le tocó vivir.
Termino concluyendo, que entre el ser profesor y el hacer al docente hay un largo trayecto de camino; cargado de experiencias, donde los aciertos y los errores siempre están presentes, y son precisamente la posibilidad de hacer una mejora continua, permitiendo que se logre pulir el carbón que hay en cada docente al inicio de esta noble labor, al someternos a diversas experiencias, problemas, preocupaciones, aprendizajes nuevos cada día, no solamente en los libros, el Internet, etc., sino al de la vida diaria, donde aprendemos de los compañeros maestros, directivos, alumnos, padres y hasta de nosotros mismos para tener como resultado el diamante; que logramos ser cuando tenemos una larga trayectoria en este de 25 o 30 años en este camino, momento en el que hemos pasado del saber a la sabiduría, esta condición sólo se logra al final de la meta, cuando las generaciones con que se trabajen logren ser hombres y mujeres de bien para sí, para sus familias, sus comunidades y su nación.
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